planLiteratura Española del Siglo XVI

2.1.1.- JUAN BOSCÁN

VILLANCICO II

Si no os hubiera mirado,
no penara,
pero tampoco os mirara. [8+4 sílabas]

Veros harto mal ha sido,
mas no veros peor fuera;
no quedara tan perdido,
pero mucho más perdiera.

¿Qué viera aquél que no os viera?
¿Cuál quedara,
señora, si no os mirara?

 

SONETO

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.

Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.

¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!

Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.

RESPUESTA DE BOSCÁN A DON DIEGO HURTADO DE MENDOZA (400 versos aprox.)

[…]El estado mejor de los estados
es alcanzar la buena medianía,
con la cual se remedian los cuidados.

 
Y así yo, por seguir aquesta vía,
heme casado con una muger
que es principio y fin del alma mía.

 
Ésta me ha dado luego un nuevo ser,
con tal felicidad, que me sostiene
llena la voluntad y el entender.
 
Ésta me hace ver que ella conviene
a mí y las otras no me convenían;

y ésta yo tengo y ella me tiene.

En mí las otras iban y venían,
y a poder de mudanzas a montones
de mi puro dolor se mantenían.
 
Eran ya para mí sus gualardones,
como tesoros por encantamientos,
que luego se volvían en carbones.
 
Agora son los bienes que en mí siento,
firmes, macizos, con verdad fundados,
y sabrosos en todo el sentimiento.
 
Solían mis placeres dar cuidados,
y al tiempo que venían a gustarse,
ya llegaban a mí casi dañados.
 
Agora el bien es bien para gozarse,
y el placer es lo que es, que siempre place,
y el mal ya con el bien no ha de juntarse.
 
Al satisfecho todo satisface;
y así también a mí, por lo que he hecho
cuanto quiero y deseo se me hace.
 
El campo que era de batalla el lecho,
ya es lecho para mí de paz durable;

dos almas hay conformes en un pecho.
 
La mesa, en otro tiempo abominable,
y el triste pan que en ella yo comía,
y el vino que bebía lamentable;
 
infestándome siempre alguna harpía
que en mitad del deleite mi vianda
con amargos potajes envolvía.
 
Agora el casto amor acude, y manda
que todo se me haga muy sabroso,
andando siempre todo como anda.
 
De manera, señor, que aquel reposo
que nunca alcancé yo, por mi ventura,
con mi filosofar triste y pensoso,
 
una sola muger me le asegura,
y en perfecta sazón me da en las manos
vitoria general de mi tristura.
 
Y aquellos pensamientos míos tan vanos,
ella los va borrando con el dedo,
y escribe en lugar dellos otros sanos.

 
Así que yo ni quiero ya, ni puedo,
tratar sino de vida descansada,
sin colgar de esperanza ni de miedo.
 
Ya estoy pensando, estando en mi posada,
cómo podré con mi muger holgarme,
teniéndola en la cama o levantada.
 
Pienso también en cómo he de vengarme
de la pasada vida con la de ora,
en cómo he de saber della burlarme.
 
Otras veces también pienso algún hora,
las cosas de mi hacienda sin codicia,
aunque ésta comúnmente es la señora.
 
Bien puede el labrador sin avaricia
multiplicar cada año sus graneros,
guardando la igualdad de la justicia.
 
No curo yo de hacer cavar mineros
de venas de metal ni otras riquezas,
para alcanzar gran suma de dineros.
 
Sólo quiero escusar tristes pobrezas,
por no sufrir soberbias de hombres vanos,
ni de ricos estrechos estrechezas.
 
Quiero tener dineros en mis manos,
tener para tener contenta vida
con los hidalgos y con los villanos.
 
Quien quiera se desmande y se desmida,
buscando el oro puro y reluciente,
y la concha del mar Indo venida.
 
Quien quiera esté cuidoso y diligente,
haciendo grangear grandes yugadas
de tierra do aproveche la semiente.

Si con esto se envuelven las lanzadas,
las muertes entre hermanos y parientes,
y de reyes las guerras guerreadas,
 
huyan de mí los tales accidentes;
huyan de mí riquezas poderosas,
si son causa de mil males presentes.
 
Déjenme estar contento entre mis cosas,
comiendo en compañía mansamente
comidas que no sean sospechosas.
 
Comigo y mi muger sabrosamente
esté, y alguna vez me pida celos,
con tal que me los pida blandamente.
 
Comamos y bebamos sin recelos,
la mesa de muchachos rodeada,
muchachos que nos hagan ser agüelos.

 
Pasaremos así nuestra jornada
agora en la ciudad, ora en la aldea,
porque la vida esté más descansada.
 
Cuando pesada la ciudad nos sea,
iremos al lugar con la compaña,

adonde el importuno no nos vea.
 
Allí se bivirá con menos maña,
y no habrá el hombre tanto de guardarse
del malo o del grosero que os engaña.
 
Allí podrá mejor filosofarse,
con los bueyes y cabras y ovejas,
que con los que del vulgo han de tratarse.
 
Allí no serán malas las consejas
que contarán los simples labradores,
viniendo de arrastrar las duras rejas.
 
¿Será, pues, malo allí tratar de amores,
viendo que Apolo, con su gentileza,
anduvo namorado entre pastores?
 
¿Y Venus no se vio en grande estrecheza
por Adonis, vagando entre los prados,
según la antigüedad así lo reza?
 
¿Y Baco no sintió fuertes cuidados
por la cuitada que quedó dormiendo [Ariadna]
en mitad de los montes despoblados?
 
Las ninfas por las aguas pareciendo,
y entre las arboledas las drïadas,
se veen con los faunos, rebulliendo.
 
Nosotros seguiremos sus pisadas.
Digo, yo y mi muger nos andaremos
tratando allí las cosas namoradas.
 
A do corra algún río nos iremos,
y a la sombra de alguna verde haya,
a do estemos mejor, nos sentaremos.
 
Tenderme ha allí la halda de su saya,
y en regalos de amor habrá porfía,
cuál de entrambos hará más alta raya.
 
El río correrá por do es su vía,
nosotros correremos por la nuestra,
sin pensar en la noche ni en el día.
 
El ruiseñor nos cantará a la diestra,
y verná sin el cuervo la paloma,
haciendo en su venida alegre muestra.
 
No ternemos envidia al que está en Roma,
ni a los tesoros de los asïanos,
ni a cuanto por acá del India asoma.

 
Ternemos nuestros libros en las manos,
y no se cansarán de andar contando
los hechos celestiales y mundanos.
 
Virgilio a Eneas estará cantando,
y Homero el corazón de Aquiles fiero
y el navegar de Ulises rodeando;
 
Propercio verná allí por compañero,
el cual dirá con dulces armonías
del arte que a su Cintia amó primero.

Catulo acudirá por otras vías,
y llorando de Lesbia los amores,
sus trampas llorará y chocarrerías.
 
Esto me advertirá de mis dolores;
pero volviendo a mi placer presente,
terné mis escarmientos por mejores.
 
Ganancia sacaré del acidente
que [en] otro tiempo mi sentir turbaba,
trayéndome perdido entre la gente.
 
¿Qué haré, de acordarme cuál estaba
viéndome cual estoy? Que estoy seguro
de nunca más pasar lo que pasaba.
 
En mi fuerte estaré dentro en mi muro,
sin locura de amor, ni fantasía
que me pueda vencer con su conjuro.
 
Como digo, estaré en mi compañía,
en todo me hará el camino llano,
su alegría mezclando con la mía.
 
Su mano me dará dentro en mi mano,
y acudirán deleites y blanduras,
de un sano corazón en otro sano.
 
Los ojos holgarán con las verduras
de los montes y prados que veremos,
y con las sombras de las espesuras.
 
El correr de las aguas oiremos,
y su blando venir por las montañas,
que a su paso vernán donde estaremos.
 
El aire moverá las verdes cañas,
y volverán entonces los ganados,
balando por llegar a sus cabañas.
 
En esto ya que el sol por los collados
sus largas sombras andará encumbrando,
enviando reposo a los cansados,
 
nosotros nos iremos paseando
hacia el lugar do está nuestra morada,
en cosas que veremos platicando.
 
La compaña saldrá regocijada
a tomarnos entonces con gran fiesta,
diciendo a mi muger si está cansada.
 
Veremos al entrar la mesa puesta
y todo con concierto aparejado,
como es uso de cosa bien compuesta.
 
Después que un poco habremos reposado,
sin ver bullir, ni andar yendo y viniendo,
y a cenar nos habremos asentado,
 
nuestros mozos vernán allí, trayendo
viandas naturales y gustosas,
que nuestro gusto estén todo moviendo.
 
Frutas pornán maduras y sabrosas,
por nosotros las más dellas cogidas,
envueltas en mil flores olorosas.
 
Las natas, por los platos extendidas,
acudirán, y el blanco requesón,
y otras cosas que dan cabras paridas.
 
Después de esto verná el tierno lechón,
y del gordo conejo el gazapito,
y aquellos pollos que de pasto son.
 
Verná también allí el nuevo cabrito,
que a su madre jamás habrá seguido
por el campo, de tierno y de chiquito.
 
Después que todo esto haya venido,
y que nosotros descansadamente
en nuestra cena hayamos bien comido,
 
pasaremos la noche dulcemente,
hasta venir al tiempo que la gana
del dormir toma al hombre comúnmente.
 
Lo que deste tiempo a la mañana
pasare, pase agora sin contarse,
pues no cura mi pluma de ser vana.

Basta saber que dos que tanto amarse
pudieron, no podrán hallar momento
en que puedan dejar siempre de holgarse.
 
Pero tornando a proseguir el cuento,
nuestro vivir será de vida entera,
viviendo en el aldea como cuento.
 
Tras esto, ya que el corazón se quiera
desenfadar con varïar la vida,
tomando nuevo gusto en su manera,
 
a la ciudad será nuestra partida,
a donde todo nos será placiente
con el nuevo placer de la venida.
 
Holgaremos entonce con la gente,
y con la novedad de haber llegado,
trataremos con todos blandamente. […]

 […]Pero tiempo es, en fin, de recogerse,
porque haya más para otro mensagero:
que si mi cuenta no ha de deshacerse,
no será, yo os prometo, éste el postrero.